jueves, 5 de noviembre de 2009


















CUANDO LA VIDA NOS LLEVA LA CONTRARIA

Aquí dejo otro artículo de la revista Ob. Stare, que me ha impactado mucho y que me toca la fibra muy especialmente, habla sobre aquello de lo que nunca se habla, pero que siempre se piensa. Por eso digo siempre que quiero aprender a acompañar los duelos, porque aunque no es tarea fácil, es necesario y creo forma parte primordial de la tarea de doula. Bueno, aquí os lo dejo:

Revista Ob Stare

CUANDO LA VIDA NOS LLEVA LA CONTRARIA

Ana Mª Vidal e Isabel Villena

Ana Mª Vidal e Isabel Villena se conocieron hace poco por una serie de casualidades y descubrieron muchas afinidades. Isabel es Educadora Social y Comadrona tradicional; lleva 25 años acompañando a mujeres y hombres no sólo en partos domiciliarios, sino en toda una amplísima gama de experiencias vitales. Ana Mª lleva el mismo tiempo en el mundo de la comunicación y se ha especializado en temas de salud, calidad de vida y crecimiento personal. Ambas comparten visiones del cuerpo y de la vida muy parecidas. Han parido en partos domiciliarios y han experimentado el viaje del cáncer.

Las páginas siguientes intentan reflejar una larga conversación entre las dos, en las que se reflexiona sobre las experiencias de Isabel con una de las posibilidades más presentes y potentes en la mente y las emociones de todos los implicados en la experiencia del parto/nacimiento y, sin embargo, la menos verbalizada, debatida, profundizada, elaborada: la posibilidad de que los esfuerzos e ilusiones no sean recompensados con un bebé perfecto, de que la muerte y el caos irrumpan en nuestros sueños y planes de vida y, aún peor, de que entren de nuestra mano a consecuencia de un error. No se pretende sentar cátedra ni ofrecer conclusiones ni soluciones, sino compartir unas vivencias y plantear algunos elementos de reflexión para comenzar un debate sobre unos aspectos primordiales de la vida que la sociedad de consumo considera "Tabú" con terror neurótico. Y que quienes estamos trabajando para desarrollar formas más humanas de vivir el cuerpo todavía no hemos conseguido normalizar con valor, con amor y con humor...

Al abordar el debate sobre el parto en casa la discusión tiende a polarizarse entre los/as oponentes (que enfatizan los supuestos riesgos inaceptables) y los/as defensores, que los refutan con argumentos y estadísticas y ponen el acento en la belleza y calidad humana de la experiencia.

Nuestra postura en esta cuestión está bien clara (como madres y comadrona de partos en casa), pero queremos centrarnos esta vez en un tema rara vez abordado en nuestros foros salvo en fríos términos técnicos, como si su sola mención pudiera atraer la mala suerte.

¿Y cuando algo no sale bien? ¿Qué diferencia hay entre el hospital y la casa en estas situaciones? ¿Cómo podemos abordar y manejar esta experiencia con la misma actitud, recursos y calidad humana que cuando todo sale rodado? ¿Es siquiera posible hacerlo?

Isabel pretende abordar la cuestión sin rodeos, intentando compartir lo que ha vivido y aprendido al respecto a lo largo de su experiencia:

Desde el momento de la decisión de tener un bebé, en el "sótano oscuro" de la vivencia de la maternidad/paternidad se agazapa el miedo al fracaso de las expectativas, a tomar la decisión equivocada, a que el bebé no esté sano o muera, o incluso la madre... En el caso del profesional, al posible dolor de la pérdida se añade el énfasis en la responsabilidad y la culpa del miedo al error y a sus consecuencias.

Y son temores fundados, pues los daños, la muerte y el error son parte ineludible de la vida y por tanto también del parto, y es imposible eliminarlos al 100% a pesar de todos los esfuerzos.

Pero esta asunción, que todo el mundo acepta en teoría, pone a prueba una y otra vez nuestros recursos y nuestra humanidad cada vez que se presenta en la práctica.

Y esta prueba es tanto más dura en el parto en casa, ya que se añade a la culpabilización social de toda opción minoritaria el hecho de que es una experiencia "a corazón abierto", sin las estructuras y mecanismos de defensa emocional y legal que el sistema hospitalario ha perfeccionado durante siglos: distanciamiento físico y psicológico, jerarquización y compartimentación de la asistencia para diluir potenciales responsabilidades, despersonalización a través de los protocolos...

Habitualmente, en el parto en casa, alegría y dolor, agradecimientos y resentimientos, confianza y decepción, amor e ira fluyen libremente entre todos los implicados sin institucionalización que les dé orden y estructura: ésta depende exclusivamente de los recursos compartidos de todos ellos. Y cuando algo no va bien, mal preparados como estamos todos, muchas veces son insuficientes para manejar la experiencia sin un coste terrible.

¿Cuántos de nosotros/as, acompañantes de partos en casa, hemos comentado en la intimidad el profundo agotamiento emocional que provocan estos movimientos pendulares entre "el tormento y el éxtasis", la más luminosa euforia y los miedos más profundos, vividos una y otra vez a lo largo de los años, y que es una de las causas del alto porcentaje de profesionales "quemados/as" que termina abandonando la asistencia de partos en casa a pesar de amarlos y creer en ellos? ¿Y cuántas veces, sin embargo, hemos dispuesto de foros regulares en los que tratar este tema abiertamente, compartiendo ideas y emociones entre familias y asistentes, sea en revistas o libros, sesiones de preparación y entrevistas individuales, seminarios, talleres, congresos...?

Cuando muere un bebé en el hospital existe un protocolo claro de actuación: se le suele hacer "desaparecer" rápidamente, se embotan pensamientos y emociones de la madre a base de tranquilizantes, se suele interrumpir el contacto entre padres y quienes atendieron el parto... La situación adquiere para los padres un matiz de irrealidad y disociación que a menudo retrasa el proceso de duelo hasta que los padres están física y emocionalmente separados de los asistentes.

En el parto en casa, sin embargo, las emociones y el contacto son enormemente intensos desde el primer momento.

La solidaridad, el apoyo mutuo y la catarsis emocional son más fáciles. Pero también la ira y la culpa, que son parte normal del proceso, pueden encontrar blancos humanos con gran facilidad.

El acoso social y legal contra el parto en casa aumenta la ansiedad. La bola negra del malentendido, el resentimiento y las acusaciones puede rebotar una y otra vez entre padres y asistentes en una escalada de dolor que más de una vez ha terminado en el juzgado (el tema de las "meteduras de pata" del profesional: temidas, percibidas, imaginarias y/o reales, y cómo pueden abordarse en el marco del parto en casa merece un artículo aparte que esperamos escribir un día de éstos)

Todos hemos conocido y temido este fantasma, y, sin embargo, rara vez aflora a la superficie excepto cuando nos exige aceptar su existencia "por las malas" A pesar de que en el movimiento del parto en casa disponemos ya de un sustancial cuerpo teórico y experiencial en que apoyarnos en cuanto a muchas de sus cuestiones principales (abordaje del dolor, respeto al tiempo del cuerpo, a los ciclos vitales, actitudes, técnicas y trucos para optimizar la experiencia...), cuando el resultado se aparta -a veces dramáticamente- del esperado nos vemos obligados a improvisar y debatirnos como mejor podemos con nuestras emociones y contradicciones, y con las de los demás.

En el proceso de preparación y conocimiento mutuo durante el embarazo no suele tratarse el tema en profundidad como una posibilidad real, sino en términos técnicos, lo que refuerza el distanciamiento personal (descripción de complicaciones, estadísticas, etc.)

Pensamos que la generalizada actitud ante los miedos que se basa en el discurso interior del "a veces sucede, sí, pero no pasará nada, es muy improbable" es insensata.

Creemos más coherente el discurso de que "es poco probable que pase nada, pero si pasa hay que intentar asumirlo con la misma actitud que hemos intentado desarrollar hasta entonces: con el mismo amor, con el mismo valor, con la misma solidaridad, con la misma capacidad para aceptar los ciclos de la vida y de la naturaleza"

Muchas de nosotras hemos vivido la gran dificultad de trasladar estas convicciones a la práctica. Hemos tenido éxitos y fracasos en este viaje, pero como parte que son del gran tabú occidental, rara vez los hemos compartido más allá de nuestros círculos más íntimos.
Por ejemplo, sólo conocemos dos autoras que hayan tratado el tema en este sentido en sus libros sobre parto en casa: Ina May Gaskin (autora del célebre "Spiritual Midwifery") y Sheila Kitzinger. ¿Alguien conoce alguna obra más?

Isabel recuerda el maravilloso Congreso Mundial sobre el Parto en Casa que tuvo lugar en Jerez hace un par de años.

Fue una experiencia inolvidable, pero la inmensa mayoría de intervenciones, ponencias y talleres tuvieron un tono claramente comercial-panegírico sobre el parto en casa, algo idealizado y ciertamente defensivo (absolutamente comprensible por otra parte, dada la demonización de la sociedad actual hacia este tipo de opciones)

La multitud de intervenciones sobre lo natural y bonito que es parir, lo satisfactorio que es asistir partos en casa, los mil métodos y trucos para prevenir problemas y mejorar la experiencia fueron todas relevantes y verdaderas, pero como persona con 25 años en el tema, Isabel no conseguía quitarse de encima una extraña sensación de irrealidad, de que había una parte importante de su experiencia que no estaba apareciendo en el Congreso...

Hasta que en la sesión de clausura una de las organizadoras, la gran María Fuentes, mencionó la presencia de una comadrona francesa que estaba siendo demandada judicialmente por la muerte de un bebé en un parto en casa. Desde la mesa, María pidió a todos los presentes que se hubieran encontrado con la muerte en el parto que se levantaran y alzaran la mano para demostrar a su compañera francesa que no estaba sola ni en su dolor ni en su riesgo. Cientos de los presentes, prácticamente todos/as excepto un puñado de estudiantes, se pusieron en pie.

La sala de actos vibró con una especie de suspiro de alivio, como el que sale cuando uno se deshace del peso de un secreto larga y duramente guardado... Fue un momento de comunión que quedó como uno de los más vivos y valiosos del Congreso. Habíamos pasado por lo innombrable, y aún seguíamos allí. Y lo innombrable, lo inaceptable, lo intolerable para la sociedad occidental de consumo es cualquier frustración de expectativas: la vida imperfecta, el cuerpo imperfecto, el parto imperfecto, el hijo imperfecto no forman parte del orden natural de la existencia.

Si le suceden a uno es porque algo no ha hecho bien: no hizo los controles adecuados, no contrató al médico más titulado, no tomó la medicación adecuada, no comió suficientes zanahorias, no elaboró bien sus conflictos psicológicos, no manejó bien sus vibraciones negativas ... (elíjase la causa preferida según el sistema de creencias de cada uno)

Cuando la vida nos lleva la contraria es mucho más que una experiencia dura. Nuestra sociedad lo considera un fracaso y una prueba de incompetencia personal. Tenemos la fantasía de que la vida puede llegar a ser controlable, de que 2 y 2 siempre son 4, de que si hacemos bien las cosas estaremos a salvo del caos, y será talmente como un anuncio de Coca-Cola. Y cuando la vida nos aleja de nuestras bonitas (o feas) urbanizaciones y nuestros arreglados jardincillos y parques y nos mete de cabeza en el bosque nocturno entre el aullido de los lobos, nos morimos de miedo y de negación.

¿Conocéis la imagen de Clarisa Pinkerton Estés en "Mujeres que corren con los lobos"?, corriendo descalzas y despeinadas por el bosque más oscuro, entre los lobos de nuestros terrores, los pies sangrantes y muertas de miedo, pero vivas, bien vivas...

La sociedad tecnocrática pretende asfaltar y urbanizar el bosque y matar a los lobos. Pero algunas culturas "naturistas" parecen pretender que es posible convertir el bosque en un agradable jardín, y a los lobos en perritos domésticos. Por supuesto que es bueno y humano el hacer todo lo sensatamente posible para alcanzar nuestros sueños. Pero también hay que saber asumir el no conseguirlos. Como dice la célebre frase: "Dame, Señor, valor para cambiar los males que pueden cambiarse. Y serenidad para aceptar los que no. Pero sobre todo, dame sabiduría para saber distinguir unos de otros..."

Parece que la sociedad de consumo abandona resignadamente la lucha por "cosas que tiene la vida" como la explotación, la pobreza, la guerra y la injusticia... y nos anima en cambio a luchar obsesiva e incansablemente contra cosas tan innaturales e inaceptables como la vejez, la muerte, todo tipo de dolor, la timidez, la tristeza, el aburrimiento, la "fealdad", la calvicie, la celulitis, las orejas de soplillo y así una lista interminable... Y nos vende incontables productos, servicios o profesionales que nos pondrán a salvo de tamañas desgracias, pagando al contado o a plazos.

Todos reconocemos, en teoría, lo absurdo de estas expectativas.
Pero, y concretando en la experiencia del parto/nacimiento, cuando lo que aparentemente sólo les pasa a los demás se convierte en nuestra vida, empieza el a veces largo y duro viaje del duelo, tan difícil de recorrer en una sociedad que nos ofrece en cada una de sus etapas paradas fáciles pero a menudo engañosas:

- LA NEGACIÓN: archivamos la experiencia en el último y más escondido cajón de nuestro inconsciente y luchamos denodadamente para no volver a acordarnos del tema distrayéndonos, aturdiéndonos o dopándonos si hace falta.
Desgraciadamente, el inconsciente suele apañarse para escaparse constantemente por las rendijas y pasarnos cuentas por las asignaturas pendientes...

- LA AUTOCULPA: se busca una causa que devuelva el orden al caos y una relación causa/efecto que tranquilice nuestras ansiedades.
La autoincriminación y el autocastigo es una solución práctica aunque deprimente: ...Si yo fuera más lista... más valiente... más madura... si lo hubiera hecho distinto ... me lo merezco...

- LA IRA/RESENTIMIENTO: aún más fácil que la autoculpa y más inútil y peligrosa. En su versión difusa (...la vida es una mierda... la realidad es injusta... nada merece la pena...) o concreta (...la culpa es del desgraciado del médico... la incompetente de la comadrona... el/la gilipuertas de mi marido/mujer...)

Todos pasamos por estas etapas (consecutivas o mezcladas), y en cada una de ellas meditamos, interpretamos, re-interpretamos, filtramos, elaboramos, asumimos, dejamos ir, conservamos... y si todo va bien, al final encontramos una explicación válida, un sentido, un valor, una belleza, una utilidad, una forma de vivir-recordar la experiencia sin culpa, sin terror, sin odio; con amor, con valor y con humor.

¿Cómo podemos ayudar-ayudarnos en este viaje madres, padres, amigos/as, asistentes...?

En la experiencia de Isabel lo principal es compartir, mantener la comunicación (especialmente entre profesionales y familia-amistades)

Expresar las emociones, acompañarse, tocarse, abrazarse, darse tiempo y respetar el ciclo, animarse entre todos a aprender a aceptar y amar nuestras vidas tal como son, y no tal como nos empeñamos en que sean.

Aprender a desprenderse de las expectativas previas, del parto soñado, del hijo soñado. Aceptar que no tenemos derecho a exigirle a la vida el que todos nuestros sueños se realicen... y aprender a aceptar y amar nuestra experiencia tal como fue simplemente porque es la nuestra, y a nuestro hijo tal como es/fue porque es nuestro, aunque no se parezca a los niños del "Ser Padres"

Y agradecer todo aquello que nos aporta en vez de resentirnos por todo aquello que nos quita (que eran puras expectativas e imaginaciones)

En el caso de la muerte perinatal o muy temprana de un hijo, esto implica la construcción de una memoria, de una identidad en el recuerdo, del sentido y belleza de una vida que no tuvo ocasión de construirse por sí misma y, por tanto, esta tarea es un reto y un legado para todos los que le conocieron, y muy especialmente para los padres.

Desde el exterior de esta experiencia parece poco más que una barriga que crece-decrece, y una ausencia, una expectativa a olvidar o reemplazar lo antes posible. Pero para sus padres y entorno ese bebé existía, era real, y tras su temprana partida queda pendiente el construir-interpretar su vida en la memoria.

Re-interpretar la experiencia. Convertir lo que nuestra sociedad considera una no-vida en una vida digna de haber sido vivida, no importa cómo y no importa por cuánto tiempo.

Digna de ser conocida. De ser recordada con cariño y agradecimiento. De aprender a amar sin poseer, a celebrar haber conocido al bebé que no se quedó. A ver la belleza de quien es radicalmente diferente a nosotros. A dejar que nos enseñe a vivir mejor, a apreciar mejor lo que tenemos, a ser más fuertes, valientes y humanos.

Esta elaboración es mucho más fácil de hacer en el marco de un parto en casa o de un centro alternativo, fuera de un sistema que ni siquiera considera persona legal a quien muere antes de las 24 horas de nacer y que considera que su razón de existir es la lucha contra la muerte, y, por tanto, tiende a no saber cómo ayudar cuando la muerte tiene la desvergüenza de presentarse en sus "templos"

Por lo que cuando se da el caso suele limitarse a intentar separar a los padres de la prueba física de su desgracia (el bebé), mantenerlos lo más dopados posible y plantarlos en su casa para que se arreglen como buenamente puedan con una receta de tranquilizantes. Y a considerar la experiencia como un fracaso, no como el nacimiento de un niño.

No sólo el hecho de parir en casa, sino la actitud vital que suele implicar esta elección, es uno de los aspectos que facilita vivir estos procesos.

Isabel recuerda un caso concreto. Habla de Marta y sus hijos, una larga y emocionante historia que espera podrá ser contada con detalle y en su totalidad por la misma Marta en otra ocasión. Pero hoy contaremos la de Aymar, su primer hijo.

Aymar nació en un parto precioso y un lugar idílico, el faro del Cabo de Creus, en Gerona (es amiga del farero). Marta nadó en sus calas (era julio) durante buena parte de la dilatación y parió a Aymar en una experiencia toda belleza y armonía.

Pero Aymar nació diferente, muy diferente. La cara, la nariz, el paladar, gravísimamente deformados. Con seis dedos en las manos. Y malformaciones cardíacas. Pero nació vivo y era un bebé y estaba allí, con nosotros. De manera que superamos el shock como pudimos, nos abrazamos, le abrazamos y le dijimos, nos dijimos, que nos había dado la gran sorpresa pero que nos parecía precioso, especial, y que era de lo más bienvenido, y que por favor se quedara todo el tiempo que quisiera...

Decidimos trasladarlo al hospital por si había posibilidad de solución quirúrgica, y como estaba bien llamamos tranquilamente a una ambulancia.

Es curioso que mientras estuvo en nuestros brazos estaba perfectamente, y en cuanto le metieron en la ambulancia se puso cianótico y hubo que intubarle. En fin, sus padres le acompañaron al hospital, donde las pruebas descartaron toda esperanza. Aymar no volvería a respirar espontáneamente.

Hecho el vínculo afectivo, Marta y Jordi no podían tolerar dejar a Aymar en la UCI hasta su muerte, de manera que pidieron el alta voluntaria. El personal del hospital se portó estupendamente. Hubo lágrimas y abrazos de despedida, y consejos e instrucciones sobre cómo ayudar a Aymar si vivía algunos días. Aymar se apagó pacíficamente en los brazos de Marta una hora después, en el camino de vuelta al Faro.

Una vez allí, Marta y Jordi pasearon por las rocas y calas del faro durante horas, hasta la noche, con Aymar en sus brazos, dándole la bienvenida y despidiéndole al mismo tiempo.

Lo enterraron en una tumba preciosa en Cadaqués, frente al mar, con una placa de madera y un pequeño jardín sobre su cuerpo.

Marta, Jordi y todos los que lo conocimos hemos trabajado lo nuestro para darle sentido e identidad a una vida de 9 meses (más o menos) dentro de su madre y menos de 24 horas en el mundo.

Pero después de muchas llantinas y cabreos y preguntas y abrazos y de todo hemos decidido que Aymar fue un pequeño profesor que vino a darnos un seminario sobre el arte de vivir.

Y lo fue, porque así lo decidimos.

Aymar tiene un libro dedicado a su vida. Es una de las cosas más hermosas que hemos visto. Hay dibujos, fotos, poemas, canciones, cartas, reflexiones, agradecimientos de mucha gente que le conoció. Desprende una energía amorosa que no pasa desapercibida. Hay dolor, hay belleza, hay fuerza, hay sabiduría, hay vida. Os contamos la historia de Aymar como un ejemplo de una de las muchas maneras en que se puede elaborar un duelo. Aunque la historia de Marta no termina aquí. Tuvo dos hijos más, dos partos preciosos.

Aunque parezca mentira, el segundo también vino de paso. Martí Pau nació anencéfalo (sin cráneo ni la mayor parte del cerebro) y vivió 3 días. Nada genético, simple mala suerte. Marta lo quiso, lo quisimos igual. ¿Cómo pudo con esto? Pues con mucho amor, suyo y de otros. Mogollón de amor (nosotras ayudamos todo lo que pudimos)

Acompañamos este artículo con algunos extractos del libro de Martí Pau, para que veáis lo orgullosos que estamos de él y lo guapo que era.

Y dos años después nació Seidu. Otro parto precioso -aunque imaginaros la carga emocional- Seidu nació perfecto, precioso, sanísimo.

Ahora tiene 5 años y es una monada.

Isabel considera un raro privilegio haber conocido y amado a estos 3 hermanos y a sus maravillosos padres y seres queridos.

Pasea su historia, sus fotos, todo lo que le enseñaron, allá donde va. Y se acuerda de ellos cada vez que la vida achucha.

Pero se ha dejado muchas cosas que contar.

Ha habido otras historias más duras, no tan ejemplares. También han enseñado lo suyo y le encantaría compartirlas y oír de otras. Leer o escuchar otras reflexiones. Copiar ideas nuevas, aprender de los demás.
Por ejemplo, sobre:

- Cómo integrar estos conceptos en nuestra práctica cotidiana, en nuestra comunicación con madres-padres, etc. durante el embarazo. No sólo para prevenir estas experiencias en el embarazo y parto, sino para ofrecer un marco de reflexión para toda la vida.
En el tiempo circular de los quichuas, nacimiento y muerte son los dos extremos de la vida, y, por supuesto, se tocan...

- Cómo trabajar mejor estas experiencias cuando tienen lugar. Ideas, vivencias, filosofías.

- Cómo darnos espacios y estructuras regulares de apoyo y refuerzo mutuo, tanto periódicas como para casos de "emergencia" para prevenir la soledad y la "quemazón" de la "comadrona al borde del ataque de nervios"


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